En pleno corazón de Buenos Aires, la Avenida 9 de Julio expresa una contradicción de la ciudad contemporánea: su monumentalidad contrasta con la escasez de espacios verdes, sombra y sitios de encuentro real para la vida urbana. A comienzos del siglo XX, se demolieron manzanas enteras, espacios verdes, árboles y patrimonio histórico para abrir paso al tránsito motorizado. Comenzaba la hegemonía del asfalto en la ciudad.
Hoy, en un centro que perdió una gran cantidad de oficinas durante la pandemia y que, por la falta de políticas de reconversión para transformar esas oficinas abandonadas en viviendas asequibles —tema sobre el que ya nos hemos explayado en este instituto—, sigue perdiendo vitalidad. El desafío es reequilibrar los usos y devolver la calle a las personas. Las soluciones abundan; lo que falta son ideas que no tengan al extractivismo urbano y al desarrollo inmobiliario como único objetivo.
Hace unas semanas, la cineasta Lucrecia Martel mencionaba en una charla que es hora de inventar futuros que no sean apocalípticos, sino de crear un futuro nos guste. Por eso, desde MUTA (Movimiento Urbano de Transición Ambiental) y el IDUF (Instituto para los Desafíos Urbanos del Futuro) impulsamos una propuesta concreta y ambiciosa: transformar Cerrito y Pellegrini en calles de convivencia, rediseñar los bulevares laterales, ampliar veredas y sumar ciclovías de calidad. La meta: recuperar más de 1 km lineal y alrededor de 12.000 a 15.000 m² de espacio público verde, considerando que se liberarían cuatro carriles en Cerrito y cuatro en Pellegrini, entre las calles Tucumán y Arroyo, integrando un corredor arbolado único en una zona donde el suelo libre es casi inexistente.
De autopista urbana a espacio de felicidad
Desde hace tiempo, en diferentes ciudades del mundo se vienen desarrollando experiencias de peatonalización de calles o avenidas de manera permanente, temporal o los fines de semana. Algunos ejemplos son la Avenida Paulista en São Paulo (Brasil) y la Avenida Carrera Séptima en Bogotá (Colombia); en Broadway (Nueva York) se avanzó con una idea similar: reducir carriles para automóviles, recuperar espacio público y brindar una infraestructura más segura para los viajes en bicicleta. Incluso el bulevar de los Champs-Élysées fue modificado para convertirse en un jardín urbano luego de los Juegos Olímpicos de 2024.
La 9 de Julio hoy conecta Retiro con Constitución, entre terminales ferroviarias y autopistas. Pero su lógica sigue siendo la de una autopista urbana: cada día, miles de autos particulares —apenas el 18 % de los viajes totales del AMBA— ocupan un suelo estratégico que podría estar al servicio de la movilidad activa. Cerrito y Pellegrini canalizan parte de este flujo, funcionando como colectoras rápidas y hostiles para peatones y ciclistas. Inspirados en experiencias internacionales, proponemos reconvertirlas en calles de convivencia con velocidad máxima de 10 km/h, prioridad para peatones y bicis, y acceso limitado a servicios, emergencias y frentistas.
La ciudad ya tiene evidencia: donde se reduce el tránsito y se prioriza a peatones, la vitalidad urbana crece. Sabemos que la mayoría de los viajes se hacen a pie o en transporte público. Sin embargo, el espacio público todavía privilegia al auto. Redistribuir esta porción de la 9 de Julio significa crear un corredor verde que se convertirá en un nuevo hábitat para aves, mariposas y pequeños polinizadores, reforzando la biodiversidad urbana.
Según cálculos preliminares, se podrían plantar más de 10.000 árboles y arbustos nativos que, además de dar sombra y belleza, contribuirán a capturar CO₂ y mejorar la calidad del aire. Este “bosque urbano lineal” será esencial para mitigar la isla de calor: hoy, las superficies asfaltadas pueden alcanzar temperaturas hasta 8 grados mayores que las zonas verdes.
El proyecto también se contempla como una infraestructura de adaptación hídrica a grandes lluvias, ya que permitirá absorber mejor lluvias extremas gracias a la incorporación de suelos permeables y vegetación de bajo mantenimiento, además de contar con sumideros y tanques retardadores. Los árboles ayudarán a filtrar ruido, mejorar el confort acústico y crear microclimas más habitables. Con más verde, la zona se convierte en un verdadero pulmón imposible de lograr de otra forma en el centro porteño.
Además, calles más seguras, iluminadas y activas fomentan la presencia constante de vecinos, visitantes y turistas. Caminar y pedalear se vuelve más cómodo y agradable, estimulando la actividad económica local: cafés, librerías, ferias barriales y propuestas culturales ganan un entorno que invita a quedarse. También pueden sumarse infraestructuras como canchas deportivas, juegos para niños, estaciones de entrenamiento, espacios de cuidados y un centro de felicidad como el de Chapinero en Bogotá, fortaleciendo la vida comunitaria y el bienestar
Una avenida que se vuelve a caminar, habitar y cuidar
Imaginamos una 9 de Julio viva, donde se pueda caminar, descansar bajo la sombra de nuevos árboles, escuchar aves en el corazón de la ciudad y pedalear de forma segura. Un espacio que se conecta con la vitalidad de la calle Corrientes, integrando la vida cultural y social que caracteriza al porteño. Un lugar donde la avenida símbolo de la Argentina se habita, se disfruta y potencia el desarrollo cultural, transformando toda la zona en un polo de encuentro y actividad. En definitiva, un símbolo de una Buenos Aires que se adapta, se cuida y se reinventa.
Proyecto elaborado por MUTA y el Instituto para los Desafíos Urbanos del Futuro (IDUF).